Os propongo un ejercicio: entrad en Google Maps y poned en la dirección «Paine Field Airport«. Como sabéis estamos hablando de la casa de Boeing en Everett, donde se ensamblan los aviones de fuselaje ancho. Pero la idea es que echéis un vistazo a la pista 11-29, mucho más pequeña que la 16-34 que es la habitual para los vuelos de prueba de la compañía de Chicago. Si os aproximáis todo lo posible a la pista 11-29 veréis un par de imponentes 747-8s y detrás de estos cinco 787s en fila a lo largo de la pista, son cinco de los 11 aviones conocidos como «Terrible Teens».
¿Pero qué son los Terrible Teens? Es el término que los trabajadores de Boeing en Seattle le dieron a los 787s primerizos que van desde el número 10 al 19 (y el avión número 22), de ahí ese nombre: «los terribles diez» traducido a lo chapucero.
Estos aviones cometieron un pecado: ser los pioneros. El 787 fue el primer avión que incorporó de forma masiva los materiales compuestos a su estructura y como siempre ser el primero acarrea el problema de encontrarte con los problemas ante los que nadie hasta el momento se ha enfrentado. El mayor problema de estos aviones es el mismo que padezco yo cuando voy a comer a casa de mi madre en Navidad: salgo de casa con problemas de sobrepeso. Y ya sabemos que el sobrepeso es todo un lastre para un avión de largo rango como el 787: más consumo de combustible y menos rango del indicado en el catálogo. A esto añadimos problemas de fabricación, falta de piezas por temas logísticos… y tenemos un desastre de 1.100 millones de dólares en pérdidas.
Cuando a ANA le enseñaron el frankenstein hecho avión se negaron a aceptar estas primeras unidades (por eso podéis ver alguna foto en Internet a estos aviones ya pintados con colores como por ejemplo ANA, una de las primeras operadoras del avión). Y lo mismo con los aviones que descansan desde hace cuatro años en Paine Field esperando a que un alma caritativa (y con un bolsillo desahogado) se apiade de ellos y se haga con alguna de estas unidades, aliviando así el desastre económico que ha sido el lanzamiento del 787 en estos primeros años para Boeing.
El valor de catálogo de un 787-8 es de 218,3 millones de dólares pero obviamente estamos hablando de aviones que no tienen las mismas especificaciones en rango que un 787-8 ordinario y que además llevan años al fresco, por lo que las aerolíneas que se interesen por estos aparatos podrían conseguir descuentos bárbaros, consiguiendo un 787-8 (o un proyecto de 787-8) por un precio que rondaría los 100 millones de dólares, menos de la mitad.
No se saben a ciencia cierta cuantos de esos 11 aviones han sido vendidos ya, el año pasado se rumoreó que LAN y Korean Airlines podría haber adquirido tres aviones. Lo que está claro que han sido un auténtico lastre para Boeing, que a pesar de intentar vender dichos aviones con suculentos descuentos, pocos clientes han mostrado interés real por hacerse con estos aviones con sobrepeso.
fijense ahora, si siguen siendo tan malos como los primeros diez… saludos desde Argentina!
Un artículo interesante, pero una corrección: “Terrible teens” no seria los terribles diez… sería los “adolescentes terribles” (por eso de tener una numeración que practicamente coincide con las edades en las que se considera la adolescencia).